
El Gobierno vetó por completo la Ley Nº 27.794 que buscaba automatizar la distribución de fondos a las provincias. La decisión sube la tensión con los gobernadores.
El dólar mayorista roza el techo de la banda y el Banco Central se apresta a gastar reservas para mantenerlo planchado hasta las elecciones. Con vencimientos de deuda por más de u$s8.000 millones hasta enero y bonos en caída libre.
Actualidad 16/09/2025El dólar ya toca techo de banda
En la Argentina, el dólar es más que una moneda: es un termómetro social, un símbolo político y la clave de cualquier programa económico. Tras la derrota electoral en Buenos Aires, la divisa volvió a mostrar los dientes: el tipo de cambio mayorista trepó hasta los $1.467, apenas un 0,4% por debajo del techo de la banda fijada en $1.473,40.
El ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, reaccionó con lo único que tiene a mano: reservas. En la previa de las elecciones bonaerenses ya se habían quemado u$s500 millones para evitar que la divisa se desboque.
Ahora promete utilizar hasta u$s14.000 millones, fundamentalmente los desembolsos del FMI, para mantener el dólar debajo del tope hasta el 26 de octubre.
El cálculo es brutal: serían necesarios u$s500 millones diarios para sostener ese esquema. Algo que en veinte años solo ocurrió en dos semanas críticas: la corrida de abril de 2018 bajo Macri y la previa de las presidenciales de 2019. Traducido: es un ritmo imposible de mantener en el tiempo. El mercado lo sabe y por eso da por descontado que la calma es electoral y que la corrección cambiaria vendrá después.
Reservas prestadas, deudas reales
El plan Caputo descansa en dólares prestados. Según cálculos oficiales, el Banco Central cuenta con u$s25.000 millones líquidos, pero u$s14.000 millones son los fondos frescos del Fondo Monetario. Esos recursos alcanzan para llegar a la elección, no para mucho más.
El problema arranca el día después. Entre septiembre y enero vencen compromisos en dólares por u$s8.100 millones, de los cuales u$s3.800 millones son Globales y Bonares en enero, u$s3.100 millones con organismos internacionales y u$s1.200 millones en Bopreal. El Tesoro apenas tiene u$s1.100 millones en depósitos: le faltan más de u$s7.000 millones para cubrir vencimientos inmediatos.
El abanico de escenarios que baraja la city es claro. El optimista: que el oficialismo saque un buen resultado en octubre, baje el riesgo país y pueda volver a los mercados a buscar fondeo. El intermedio: que se consigan préstamos puente o repos hasta julio. El pesimista: default técnico. Los analistas lo consideran improbable, pero el solo hecho de que figure en la lista muestra la fragilidad del programa.
Mientras tanto, los bonos soberanos se desploman hasta un 6% y el riesgo país ya supera los 1.200 puntos básicos. Los precios de los títulos largos, como el Bonar 2041, se hunden por debajo de u$s48 por cada u$s100 de valor nominal. El mensaje es inequívoco: el mercado no cree que Argentina tenga espalda para sostener este esquema más allá de octubre.
El clima político acelera la tormenta
La economía no existe en el vacío. La derrota en la Provincia de Buenos Aires golpeó la narrativa del oficialismo y debilitó la credibilidad del programa. Los vetos presidenciales a leyes clave —desde universidades hasta ATN— tensionan la relación con gobernadores y agravan la percepción de aislamiento político.
En ese contexto, cualquier movimiento cambiario se potencia. La CNV intentó regular operaciones de contado con liquidación y terminó generando más desconfianza. Los ADR argentinos cayeron hasta un 4% y el Merval tocó mínimos de un año. Cada error político multiplica la presión sobre el dólar y acelera la fuga hacia activos en divisa dura.
El mercado descuenta que, gane o pierda Milei en octubre, habrá un sinceramiento cambiario. Las bandas son cortas y las reservas prestadas. El ajuste post electoral será tan inevitable como doloroso.
El Gobierno promete sostener el dólar en la banda hasta el 26 de octubre. Puede hacerlo, al precio de dilapidar dólares del FMI que no son propios y de hipotecar la capacidad de pago de los próximos meses. Pero el problema empieza el 27 de octubre: las reservas se agotan, los vencimientos asfixian y la confianza se desploma.
La economía argentina vive de plazos cortos y dólares prestados. La política intenta ganar tiempo, pero el tiempo se paga caro. Cuando las urnas se cierren, lo que hoy se oculta bajo la alfombra explotará en el tipo de cambio. Porque en Argentina, el dólar siempre termina diciendo la verdad que la política intenta esconder.
El FMI quiere más ajuste
El Fondo Monetario volvió a marcarle la cancha al Gobierno: el equilibrio fiscal no es solo un compromiso político, es la condición para que la Argentina siga en pie en el programa y pueda volver a los mercados. Según los números que el país envió en su último informe, el ajuste de 2026 se apoyará en dos ejes: una poda más fuerte de subsidios y una mayor presión tributaria que debería llevar los ingresos al 17,3% del PBI.
El gasto público, en cambio, retrocedería del 15,4% al 15,1%, lo que muestra que el recorte no será suficiente sin una recaudación más robusta. En paralelo, el Fondo reclama un “ancla” que vaya más allá del año electoral: un esquema de mediano plazo con reformas estructurales. Allí entran la eliminación de fondos fiduciarios, la simplificación impositiva y, más delicado aún, una revisión del sistema jubilatorio hacia 2026.
El mensaje es claro: políticas fiscales más duras, menos dependencia de la emisión y acumulación de reservas con un tipo de cambio real más alto. En criollo, menos subsidios, más impuestos y un dólar más caro. El Gobierno, que venía enarbolando un superávit que en la práctica se convierte en déficit si se incluyen los intereses de deuda, enfrenta ahora la contradicción de sostener el relato mientras el propio FMI le recuerda que no hay margen para el marketing fiscal.
La consecuencia política también es evidente. Milei ya usó el veto para frenar leyes que ponían en riesgo el equilibrio y ahora corre el riesgo de abrir un nuevo frente con gobernadores que ven cómo los fondos se achican en plena campaña. La pregunta no es si habrá ajuste, sino quién lo paga y cómo se administra el costo político. Porque si el equilibrio se sostiene, Argentina puede volver a los mercados y depender menos del Fondo. Pero si se rompe, el país quedará bajo sospecha permanente y sin dólares de respaldo.
El dólar aguanta planchado hasta octubre con reservas del FMI. Después, la banda vuela: la corrección es inevitable.
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Tras la derrota en Buenos Aires, el dólar volvió a dispararse y el Tesoro quedó con apenas US$ 1.100 millones líquidos. Mientras el Banco Central guarda reservas prestadas, el Gobierno insiste en negar la fragilidad cambiaria y juega con un margen que puede esfumarse en cuestión de días.
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