Alerta con los votos: Milei busca dibujar un triunfo para mostrar a EEUU

Desesperado por mostrar una “foto ganadora” que garantice la continuidad del salvataje norteamericano, el Gobierno presionó a la Dirección Nacional Electoral para que presente los resultados nacionales de forma que La Libertad Avanza aparezca como la fuerza más votada.

Política 19/10/2025
NOTA

Un caso para análisis político para la eternidad

 

En la última semana electoral, el Gobierno dejó de hablar de votos y empezó a hablar de “narrativa”. La orden bajó desde Balcarce 50 con tono de súplica: hay que mostrar que ganamos. No importa si son cinco puntos abajo o un voto arriba, lo que vale es la imagen. Porque esta elección no se juega solo en las urnas: se juega en Washington.

 

Javier Milei necesita una postal de triunfo que pueda enviarle a Donald Trump para mantener la línea de dólares que, a fuerza de swaps y compras de pesos, sostiene artificialmente el tipo de cambio. Sin esa foto, el financiamiento se corta.

 

Por eso, la Casa Rosada impulsó una jugada insólita: que la Dirección Nacional Electoral (DINE) —un organismo que debería ser estrictamente neutral— difunda los resultados del domingo a nivel nacional, unificando los votos de La Libertad Avanza bajo un solo sello. El argumento es técnico, pero la intención política es transparente: fabricar un resultado ganador, aunque los números reales digan otra cosa.

 

La excusa libertaria es que LLA es la única fuerza que mantuvo su nombre en los 24 distritos. El resto, dicen, cambió de denominación según la provincia. Lo que omiten es que ese “resto” es el peronismo, que compite bajo el frente Fuerza Patria en Buenos Aires y con variaciones locales en nueve provincias más.

 

La estrategia es tan burda como urgente: sumar los votos propios a nivel nacional, excluir los de la oposición que tengan nombres distintos y vender la ilusión de un triunfo aritmético. Todo, para que el Tesoro estadounidense no cierre la canilla.

 

El fallo que pincha el globo

 

El problema para el Gobierno es que la justicia electoral ya olió la maniobra. La Cámara Nacional Electoral falló a favor de la lista entrerriana Fuerza Entre Ríos, encabezada por Guillermo Michel y Adán Bahl, reconociéndola como parte del paraguas nacional Fuerza Patria. Ese precedente desarma la narrativa oficial: las distintas denominaciones provinciales son parte del mismo frente opositor.

 

El peronismo aprovechó el fallo como ariete judicial y presentó un recurso para impedir que la DINE manipule la carga del escrutinio provisorio. En paralelo, los apoderados del PJ armaron un sistema de conteo propio para contrastar los resultados en tiempo real. No quieren dejarle al gobierno ni la posibilidad de un titular trucho.

 

En Balcarce 50 reaccionaron con furia. “Nos quieren robar la foto”, deslizó un funcionario. Pero en el fondo saben que la trampa se les está cayendo. Sin ese “ganamos por un voto” que Milei prometió mostrarle a Trump, el relato de éxito económico se desvanece junto con el dólar intervenido.

 

Porque detrás del artificio electoral hay algo más profundo: la desesperación económica. Si Milei pierde, el apoyo de Washington se esfuma. 

 

Si gana por poco, habrá devaluación controlada. Y si logra un resultado decoroso, el Tesoro mantendrá el oxígeno con nuevas condiciones: más recorte previsional, menos subsidios, jornada laboral de trece horas y reforma tributaria alineada a los manuales de Wall Street.

 

La posverdad como política 

 

El Gobierno no compite por bancas, compite por sobrevivir. Por eso esta elección es, al mismo tiempo, un referéndum local y una pulseada geopolítica. Cada voto cuenta doble: uno en Buenos Aires y otro en Washington.

 

Milei lo sabe. Por eso se obsesiona con la “percepción de triunfo”. Necesita mostrar fortaleza para que los dólares sigan entrando. La Casa Blanca no financia gobiernos débiles ni planes que pierden respaldo social. En el lenguaje de Trump, el fracaso no tiene segunda temporada.

 

El escenario de los mercados ya lo anticipa: si La Libertad Avanza saca menos de 35%, el dólar se dispara a 2.000 pesos; si saca menos de 30%, el tipo de cambio se rompe y la megadevaluación es inminente. En cualquier caso, la economía vuelve a la cornisa. La estabilidad que el Gobierno vende como logro es apenas un préstamo político.

 

Mientras tanto, el peronismo hace su propio conteo: “Nosotros no vamos a dejar que el Gobierno dibuje los números.” No se trata de una guerra de software electoral: es una guerra de legitimidades. Milei quiere convertir una elección de medio término en un plebiscito financiero. Y en ese intento, expone su debilidad: la necesidad de que un líder extranjero lo ratifique.

 

El fin de la ilusión contable

 

En esta Argentina de realidades múltiples, el Gobierno ya no distingue entre relato y estadística. Confunde el porcentaje de votos con el precio del dólar, el escrutinio con la cotización. Por eso insiste en que “ganar por un voto” basta para que Estados Unidos mantenga su “generosidad”. Pero Washington no regala nada. Exige reformas, disciplina y resultados. Milei prometió libertad y terminó preso de la dependencia más vieja de todas: la del poder externo. Convertir el escrutinio en propaganda no cambia el dato de fondo: el país sigue sin dólares, sin reservas y sin aire.

 

La elección no definirá cuántos diputados tendrá el oficialismo, sino cuántos meses más podrá sostener su respiración asistida con dinero extranjero.

Javier Milei llega al domingo electoral con el pulso acelerado y los números maquillados. 

 

No pelea por mayoría legislativa: pelea por su aval internacional. La trampa de la “foto ganadora” puede engañar a los distraídos, pero no al Tesoro norteamericano.

 

Porque si algo aprendió Washington en su larga relación con la Argentina, es que los gobiernos que necesitan inventar triunfos ya están perdiendo. Y Milei, que soñó con ser el león indomable, se convirtió en el gato que corre atrás de su propio reflejo.

 

“El Gobierno no busca ganar: busca convencer a Trump de que no lo abandone.”

 

 

 

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