Milei acorralado por su propio estilo

La Casa Rosada enfrenta su semana más delicada desde el inicio de la gestión. Sin aliados estables, sin facultades especiales y con el Congreso activado, la fragilidad del liderazgo presidencial queda a la vista.

Política 07/07/2025
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Javier Milei edificó su poder con lógica de shock: anuncios fulminantes, desprecio por la rosca y una motosierra convertida en símbolo. Gobernó como outsider que niega la política, pero la política le volvió el golpe. Esta semana, como síntesis del segundo semestre que asoma, el Presidente enfrenta un escenario donde cada frente, judicial, legislativo o económico, se convierte en obstáculo. Y no por azar, sino por la naturaleza de su propio método.

Este martes vencen las facultades delegadas que le permitieron gobernar sin consensos. Sin ese marco legal, Milei ya no podrá eliminar organismos, ni despedir personal sin el andamiaje legislativo que supo conseguir al filo. Los superpoderes se terminan. Y con ellos, el escudo que lo protegía del Congreso.

En simultáneo, la relación con los gobernadores cruje. Los mismos que garantizaron la aprobación de la Ley Bases ahora se reagrupan para impulsar una agenda propia: financiamiento universitario, salud pública, distribución automática de ATN. Incluso figuras como Osvaldo Jaldo, otrora aliados, lanzan advertencias públicas. El poder territorial entendió que el juego no era de ida. Y no hay motosierra sin costo político.El Congreso también dejó de ser un páramo. Esta semana se reactivan comisiones, se discuten emergencias sanitarias, presupuesto educativo y aumento a jubilados. La Casa Rosada quedó atrapada entre la urgencia de vetar y la imposibilidad de sostener ese veto. Las mayorías que antes acompañaban hoy le dan la espalda. Y el Senado, con una Villarruel cuestionada por su propio espacio, se convirtió en campo de batalla.

En ese mismo tablero, la interna libertaria asoma sin disimulo. La presidenta del Senado quedó en el ojo de la tormenta por permitir el avance opositor. El fuego amigo arde, mientras Karina Milei intenta consolidar el cierre de alianzas con el PRO en la provincia de Buenos Aires. Pero no todos están dispuestos a subirse a una boleta violeta con reglas impuestas desde la Rosada. Muchos intendentes resisten. Nadie quiere entregar su base electoral por caprichos de laboratorio.

Esa tensión encuentra su punto de ebullición este miércoles, cuando vence el plazo para registrar alianzas en el distrito más grande del país. La negociación está empantanada. La Libertad Avanza quiere absorber al PRO sin ceder espacios. Pero sin estructura ni territorio, cualquier imposición puede costar caro. Sobre todo si el peronismo logra reordenarse tras la detención de Cristina Fernández de Kirchner, cuyo frente judicial volvió a escena esta semana en Comodoro Py.

Como si hiciera falta más presión, el frente externo también sacude. El Tesoro debe afrontar un vencimiento de 4.300 millones de dólares. Mientras tanto, el FMI revisa con lupa los números y expresa, en voz baja, su desconfianza sobre la sostenibilidad del plan. El mercado huele debilidad. Y la fragilidad política es el peor dato para cualquier estabilización.

En este escenario, Milei decidió viajar a Tucumán para presidir el acto del 9 de julio. Estará sólo cuatro horas. No es un acto de campaña, ni de poder. Es apenas un gesto institucional que lo encuentra aislado, sin apoyo sólido. La foto del presidente que viaja solo para no perder el protocolo dice más de lo que parece.

Para completar el cuadro, esta semana cierra con una posible sesión en el Senado para aprobar aumentos jubilatorios, extensión de moratorias y declaración de emergencia en discapacidad. Tres proyectos que, si se convierten en ley, colocan al Ejecutivo contra las cuerdas. Vetar sería suicida; ceder, una derrota política. El margen es estrecho y la presión, creciente.

El problema no es ideológico. Es de conducción. Milei enfrenta el costo de no haber construido poder real. Despreció la rosca, la política, los acuerdos. Pero hoy los necesita. Y nadie regala nada. En el ajedrez del poder, los gestos simbólicos sirven para encantar al electorado. Pero gobernar exige mayorías, contención y muñeca.

Esta semana desnuda los límites del mileísmo. Sin estructura, sin coalición y con un Congreso en pie de guerra, el Presidente transita su semana más vulnerable. Ya no alcanza con insultar desde redes, ni con actos en solitario. La realidad exige otra destreza. Y si no la encuentra, será la misma política que desprecia la que lo devore.

Porque en la política argentina, quien no construye alianzas termina como espectador. Y quien pierde el control de la agenda, empieza a ser gobernado por los otros. Milei, el que quiso ser el demiurgo de un nuevo régimen, se enfrenta ahora con su peor pesadilla: la reaparición de la política real, con todos sus costos. Y sin red.

 

Para colmo un escándalo más

 

El caso de Laura Belén Arrieta, exazafata devenida en operadora política, es más que una anécdota aduanera: es una radiografía del doble estándar con que algunos orbitan el poder. Ingresó al país en un vuelo privado desde Miami con diez valijas que nunca pasaron por control. Lo hizo con el aval tácito —o explícito— de funcionarios de Aduana. Ahora, la Justicia investiga el hecho como posible contrabando.

La Casa Rosada intentó despegarse: el vocero presidencial aseguró que todo fue legal. Pero las imágenes de seguridad y los testimonios oficiales lo desmienten. Arrieta, ligada a la cumbre CPAC y a la ultraderecha trumpista, bajó del avión con trato diferencial, mientras otros pasajeros eran revisados. A ella la “recondujeron”, según la Fiscalía, sin escáner ni control.

La operación incluyó omisiones de la ANAC, irregularidades migratorias y vuelos con trayectos falsos. Todo huele a impunidad estructural, disfrazada de protocolo. El avión, propiedad del nuevo dueño de Flybondi, revela una trama de vínculos que van de lo empresarial a lo ideológico. La política exterior paralela no sólo se hace en discursos, también llega por la pista.

En medio de una semana clave para Milei, este episodio expone una matriz: mientras se recorta en salud y universidades, se blindan aliados con beneficios que violan la ley. El mileísmo que denuncia privilegios, los garantiza a sus leales. Y cuando la Justicia avanza, sólo el blindaje mediático intenta contener el daño. Pero las cámaras —como la política— no mienten para siempre.

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