El geógrafo Michel Lussault indagó en las formas de habitar el espacio a partir de la pandemia

El geógrafo Michel Lussault participó de la quinta edición del evento con una charla virtual sobre “la cercanía bajo la influencia del virus”, donde reflexionó sobre el aislamiento que han debido experimentar las personas tras la pandemia.

Uno de los principales invitados de La Noche de las Ideas, el geógrafo Michel Lussault participó de la quinta edición del evento con una charla virtual sobre “la cercanía bajo la influencia del virus”, donde destacó que la experiencia de confinamiento y pandemia constituyó un “caso límite” que permitió “recordar que el individuo es un ser espacial, ya que el espacio sostiene la existencia social”.

¿Qué significa ser un ser espacial y por qué el espacio puede echar luz sobre la dimensión social y aportar una lectura disciplinar, distinta, sobre lo que generó la pandemia en los vínculos humanos? Desde su formación de geógrafo, Lussault lo entiende así: “Es la configuración de la materia y las ideas mediante la cual las vidas humanas son posibles. Es una condición de posibilidad de la existencia, aquello que apuntala una experiencia humana fundamental: es decir, la práctica espacial de convivencia concreta. Lo que yo llamo espacialidad: convivencia concreta con otros individuos y con lo no humano, objetos y cosas”.

En un video transmitido desde Francia de poco menos de media hora, el profesor de la Universidad de Lyon que hace tiempo viene trabajando las formas humanas de habitar los espacios terrestres en todas sus escalas, acercó algunas ideas para reflexionar “sobre la proximidad bajo el influjo del virus”, desde una perspectiva que supone que el “ser humano está siempre en un devenir espacial, ya que esa convivencia es una actividad incesante”.

En un mundo que avanza entre cierres y aperturas y donde la lógica frente al contagio es la de reclusión en los espacios privados, la humanidad se vio “forzada a soportar una inacción obligada” y si bien las redes del mundo digital significaron un mecanismo de socialización, lo cierto, a decir de Lussault, es que por momentos parecen “una parodia”: “Lo que nos falta es la exposición al exterior, a ese espacio material poblado de otros humanos que recibe nuestras acciones y sin el cual nuestra vida se restringe”.

Con el diagnóstico planteado, sostuvo que “el mérito de este período, si es que es lícito reconocerle un mérito, es el de constituir un caso límite que permite recordar que el individuo es un ser espacial, ya que el espacio sostiene la existencia social” y como “el ser humano está compuesto de espacialidades que traman su existencia es fácil comprender que una prueba de confinamiento, que coloca a la espacialidad bajo un estrés significativo, pueda tener impacto psíquico afectivo en las personas”.

Para avanzar en su reflexión, citó una frase de la filósofa alemana Hannah Arendt, que incorpora la dimensión del espacio en la trama de lo social y “nos coloca ante una concepción muy societal de la política concebida como relación espacial”. Dice así: “El hombre -el “ser humano”, corrigió Lussault- es apolítico. La política nace en el espacio que está entre los hombres. Por ende no existe una sustancia verdaderamente política. La política nace en el espacio intermedio y se constituye como relación”.

En palabras del científico francés, “Hannah Arendt trae la atención a ese espacio, tanto material como relacional, del lenguaje, simbólico que separa físicamente, psicológicamente, mentalmente a los individuos y les impone soluciones, tecnologías de alguna manera, para establecer los vínculos necesarios para la vida social. Ese principio separativo ligado a la distancia constituye tanto un elemento movilizador como un limitante y un recurso”.