Luego de transformar en figura al arquero de Paranaense, el River del Muñeco mostró su chapa copera: De La Cruz enmendó su penal fallado, marcó el 1-0 y así el de Núñez se aseguró el pasaje a cuartos de final de la Libertadores.
Faltaban 15 minutos para que terminara el partido en Avellaneda y desde los pupitres del LDA se escuchan los gritos: “Ehhh, Jesús, ¡el tiempo! ¡El tiempo!”. No fue Lucho González: era Nicolás De La Cruz el que le reclamaba al árbitro Valenzuela. Athletico Paranaense se estaba quedando afuera de la Copa, pero si un hincha llegaba out of context a la cancha y no supiera cómo salió la ida en Curitiba habría pensado que el que se extinguía con el tiempo era River. Acaso ése reclamo de DLC, que fue el de más de un compañero a lo largo del partido, haya simbolizado lo mejor que tuvo el equipo en un partido que fue incómodo de principio a fin. Y no porque Paranaense le asomara demasiado al arco de Armani, sino por la sensación de fragilidad del resultado y del adagio futbolero, de miles de juegos en los que un equipo como el brasileño aguanta, no merece, tira un zapallazo al área y millones de personas repiten al unísono que el fútbol es un deporte hermoso.