El equipo alemán cumplió con la lógica y se sacó de encima al Lyon, que tuvo chances de complicar a los alemanes. Gnabry, con un doblete, fue la gran figura. La final será el domingo contra el PSG.
La máquina casi perfecta tiene algún punto vulnerable. El PSG deberá indagar en el mínimo margen de error que tiene el Bayern Munich para no ser otro de los equipos goleados por el temible equipo alemán. Las semifinales mostraron otro resultado abultado, pero esta vez con algunos matices que, por caso, jamás pudo encontrar el Barcelona. El domingo, la gran final…
Fue Lyon, como alguna vez el Chino Maidana ante Floyd Mayweather, el que tuvo a la intocable mandíbula del campeón en la palma de su mano. Fue un instante, en un remate del camerunés Toko Ekambi al palo, que los franceses pudieron meter en problemas al Bayern. Con el partido 0-0 y un rival frío después del 8-2 al Barsa, los de Rudi García tuvieron unos primeros 15 minutos de perfección.
Acá la primera lección. Y la más importante. Si le llegás al Bayern Munich, como a todo equipo grande, no podés perdonarlo. Fueron dos, en realidad, las chances que perdió el Lyon. Un mano a mano de Depay y el zurdazo del africano dentro del área chica. Para ese entonces, el Olympique encontraba espacios de contra, lo mismo que le había sucedido ante el Manchester City. Claro que el equipo de Pep no está a la altura del mejor equipo del mundo. Nadie lo está. Si no aparece la maquinaria colectiva, la calidad individual termina desequilibrando. Le sobran recursos al Bayern. Si de entrada los 15 goles de Lewandowski (hizo el tercero) no son la vía del triunfo, Gnabry se viste de Messi y rompe las semifinales. Qué golazo. De derecha al centro, apiló rivales a lo Leo y metió un zurdazo al ángulo. 1-0 a los 18 minutos de juego. Lo que aguantó de pie Lyon, que de todas maneras terminó siendo un rival más que digno y haciendo a Neuer una de las figuras en el segundo tiempo.
La segunda lección es la de no salir por nada del mundo. Lyon lo entendió tarde. Del minuto 18 al 45 del primer tiempo, el impulso natural de ir a buscar el empate le jugó en contra. Con espacios, Bayern es capaz de hacer ocho goles o más por partido. Gnabry puso el 2-0 y pudieron ser más. En el segundo tiempo, con la táctica reseteada, los de Francia fueron pacientes y se encontraron con más ataque de contra. Es cierto que el Bayern sacó el pie del acelerador a la espera de encontrar el domingo con PSG.
De cara a la final nacen preguntas que parecen no tener respuestas hasta la hora del partido. ¿Estará Tuchel, DT del PSG, dispuesto a renunciar a un ataque constante con tal de reducir a la mínima expresión al Bayern? ¿Cómo hacer para que Neymar, Mbappé y Di María no sólo piensen en atacar? Se viene una finalísima entre un equipo ofensivo y con recursos, como los de París, contra uno que domina el arte de hacer de todo un poco su arma más peligrosa.