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Nacido en una familia humilde, Daniel Deu forjó una trayectoria única que lo llevó a reimaginar la contabilidad. Su enfoque, que integra juego, creatividad e inteligencia emocional, propone una transformación profunda en la formación de contadores, conectando el conocimiento técnico con el desarrollo humano integral.
Actualidad 26/09/2024Por Rodrigo Lescano
A mediados de la década del 60, el trabajo duro del señor y la señora Deu dio sus frutos: pudieron comprar su tan soñada casa propia en Los Polvorines, localidad malvinense que en ese entonces pertenecía al extinto General Sarmiento. El esfuerzo conjunto de un tornero mecánico y una modista les permitió dejar atrás el hacinamiento de un pequeño alquiler en Palermo. Para Daniel, el hijo menor de la familia, fue un salto significativo desde la jungla de cemento hacia un entorno rodeado de campos.
Fue en estos baldíos donde la creatividad del niño empezó a surgir. La humildad de los Deu no alcanzaba para comprar juguetes y Daniel encontró en las cañas que crecían a lo largo y ancho de los terrenos -que alguna vez fueron grandes estancias- el material para construir empalizadas que lo protegieran de enemigos imaginarios.
Al crecer, esa imaginación convivirá con una gran curiosidad:¿Quién creó al hombre?, se preguntaba un Daniel que, en su adolescencia, ayudaba a su padre a armar con ladrillo quemado los pisos de su casa. Don Deu le enseñó el oficio de la albañilería. Allí aprendió que, sin cimientos fuertes, ninguna pared puede perdurar.
Con el sueño de “Mi hijo, el doctor”, el tornero y la modista se negaban a que su hijo adolescente saliera a trabajar. Querían construir los cimientos de un profesional que no tuviera que privarse de lo que otros consideran básico. Daniel quería ser médico, pero su origen social lo excluía para esa formación. Sus padres lo impulsaron a que estudie para contador en la UBA, una profesión muy respetada y que, de alguna manera, dejaba dinero.
Una lucha interna entre el ser y el deber se libraba en su cabeza cada vez que viajaba para la facultad en el furgón del Tren Belgrano Norte. Iba a darle el gusto a sus padres, pero, más tarde, encontraría un sentido a todo ese tiempo invertido.
Negro y de palabra
Daniel Deu tardó 10 años en recibirse de contador. La causa: estudiar en la “universidad de la calle”. No le interesaba firmar balances, solo ganar experiencia. Luego del servicio militar obligatorio, comenzó a trabajar como empleado administrativo a fines de la década del 70 en la Cooperativa Eléctrica.
A partir de allí, comenzó una carrera que lo hizo recorrer las principales industrias del país. Entre 1980 y 1986 fue analista contable senior en la fábrica que producía los icónicos teléfonos Masterset 113. Hasta mediados de la década del 90, fue auditor y gerente en las industrias cosméticas y gráficas. En esos años, vio de cerca el mundo de los jerarcas empresariales, hombres que solo tienen en su cabeza hacer más dinero mientras en una mano sostienen un vaso de whisky y en la otra, un habano.
Sin embargo, nunca olvidó sus orígenes: “Yo soy hijo de obreros. Aunque juré por ética que iba a defender a muerte a la empresa en la cual trabajaba, lo hice respetando la dignidad de sus obreros”, recordó Deu. Ese contador “negro y de palabra” como lo conocían en sus anteriores trabajos sintió a lo largo de los años que su profesión iba más allá de elaborar informes sobre “comprar, vender, cobrar y pagar”.
Descubrió que quien hacía la gestión de compras, el registro de facturas, los procesos de balance y gestión y las negociaciones de precios eran personas, lo que hoy se conoce como capital intelectual: “Me di todos los gustos de lo que puede hacer un contador, pero veía una contabilidad estática. Sentado en un escritorio, tenía a mi alcance solo papeles que generaron seres humanos, pero no estaba con el ser humano. Estaba con papeles”
En ese sentido, decidió abandonar ese mundo donde ganan los que pisan la cabeza al compañero y se lanzó a la aventura de encontrar los orígenes humanos que hacen a la contabilidad.
Vuelta a clases
A mediados de los 90, Daniel no renunció a su condición de contador, pero sentía que su formación profesional estaba incompleta. Por eso, decidió volver a la universidad como docente. En la UBA y en la UNLu, sus cátedras se convirtieron en un centro de experimentación y empezó a aplicar la logoterapia, la antroposofía y la neurociencia.
¿En qué consiste el cambio radical de Deu en su enseñanza? En jugar. A través del juego, el docente y contador público despierta el niño interior de su estudiantes para activar todo un vergel creativo que se encontraba opacado por décadas de enseñanza que solo tenía en cuenta lo cognitivo, dejando de lado lo emocional. El objetivo es que, a través de lo lúdico, los alumnos puedan contribuir a la resolución de problemas concretos, aplicar la lógica deductiva, mejorar sus relaciones personales y descubrir su propia capacidad creativa.
Estas experiencias se encuentran contenidas en la Escuela de Neurocapacitación lúdica N.M.O y en la consultora South Consulting Group, ambas presididas por Deu. Entendiendo al ser humano como un medio en sí mismo, estos organismos capacitan a empresas, organismos públicos e instituciones educativas en empoderamiento del desarrollo profesional y personal, generación de alternativas de autogestión y enriquecer la calidad de vida de sus miembros.
Sin embargo, le quedaba una pregunta sin resolver: ¿Para qué sirve todo esto a los actuales y futuros contadores? Decidió meterse en un “lindo lío”: unir contabilidad con el ser humano, la neurocontabilidad.
Soft skills
El neurocientífico es consciente de que el futuro de los contadores corre peligro por los nuevos paradigmas del mundo de los negocios. En un contexto de mundialización, hiperconectividad, teletrabajo, Big Data e inteligencia artificial, Daniel elaboró la contabilidad del ser, una respuesta a los límites de las recetas y fórmulas contables de la actualidad. Es una visión holística “centrada en los campos físicos, mentales, emocionales y espirituales del contador público”. Este aporte a la neurocontabilidad tiene como objetivo principal “fomentar la creatividad, potenciar los talentos, generar ideas innovadoras y mejorar su calidad de vida”.
En resumen, desarrollar las habilidades blandas que la IA no puede contener a través de técnicas creativas basadas en la logoterapia, la lúdica, la antroposofía, la Programación Neurolingüística, el Coaching Ontológico y la neuromedicina . En su libro “La Contabilidad del Ser, el saber de saberes”, Deu profundiza estos conceptos y busca cumplir un propósito.
Wake up and do it
Es viernes por la mañana y Daniel se encuentra escribiendo en el escritorio de su casa de Nuñez. Un rato antes, fue a visitar a su carpintero, el cual le fabrica los juegos que él diseña junto a su esposa Silvia. Un sombrero de cowboy colgado en la pared le recuerda que siempre habrá aventuras. En este caso, la escritura de su próximo libro.
Para él, la vida es un juego. Dar clases, quedarse hasta después de hora con una emprendedora que no puede vender sus tortas, elaborar un juego con su compañera, dar una conferencia a empresarios es tan divertido como armar fuertes con cañas de bambú en los campos de Los Polvorines. Tan divertido como rechazar las mejores ofertas laborales para aportar a la humanidad una oportunidad para explotar nuestra calidad humana en momentos donde los 1 y los 0 han decidido reinar el mundo.
“Levántate y hazlo”, repite todos los días el contador “negro y de palabra” que se siente orgulloso de ser “clase obrera con capital intelectual”. Solo está construyendo los cimientos de una pared, como su padre le enseñó.
Epígrafe: A través de la Contabilidad del Ser, Deu ofrece a los futuros contadores una nueva forma de entender la profesión, más humana y creativa.
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